Amores Títere



No, no hay nada bueno que se pueda construir sobre un desamor, sobre una negación de algo que ha sido tan importante, eso ya lo sabe uno, no hay nada limpio, nada sincero, nada que haya nacido del corazón, sólo una huida, un renegar de aquello que tanto quisimos porque ya no es como lo soñamos y como lo pregonamos al mundo jurando que ese sí era el amor de nuestra vida... Urge desprenderse y volver a engancharse sin  ni siquiera habernos permitido empezar a olvidar.

Urge sustituir esa pieza dentro del engranaje  del sentimiento, de lo que uno, se dice, debe sentir, de lo que uno, se dice, debe merecer, y corre piel afuera a reencontrarse con ese estado de enamoramiento desaparecido y cuya recuperación  se ha convertido en una necesidad compulsiva, en un estado de sobrecogimiento donde uno se siente indefenso a la vez que cautivo, donde uno pretende saberse seguro y arropado.

No importa quien sea el destinatario de nuestras ansias, cualquiera que se nos cruce en el camino de nuestra furia de desquite  con una actitud receptiva es propicio, no consiste en descubrir cómo nace un  nuevo amor, no, no es eso, es la idealización del amor perdido quien nos conduce, es  el no perder el rumbo de las sensaciones que nos elevan y nos transportan lejos de nuestra realidad lo que nos impulsa, no importa cuantas veces nos mintamos al respecto, siempre importa más la novedad de descubrirnos diciéndonos con la voz pequeña del diablo que llevamos dentro que esta será la última, que esta será la verdadera, sin entender, que no es el otro quién nos hace grandes sino la imagen que nos devuelve desde su propio estado de fascinación ante lo novedoso de nuestra persona...de ese otro que no sabe, aunque lo presienta,  que lo que más ansiamos es salir de nuestro pozo a toda costa, sin escrúpulos, sin miramientos, no importa a quien se dañe, incluso no importa el daño propio, ni las consecuencias, lo que importa es vengarnos  de ese amor que ya se moría, demostrarle que aún somos capaces de provocar la última herida, el último desprecio, que no nos iremos así de a poquitos, así en silencio evocando en nuestra soledad aquellos momentos ahora dolorosos y otrora  felices... No, no hay respeto por uno mismo ni por la grandeza de todo lo que  se llegó a sentir, no, no hay lugar para el sosiego y el duelo, hay que morir matando, hay que buscar un Títere que enarbole nuestra causa y la haga suya..Alguien a quien hacer cómplice a la vez de nuestro infortunio y nuestra venganza, porque de él obtenemos la fuerza para destruir lo que ayer tanto amábamos.

Después el día a día se encargará de ir convirtiendo ese desquite en el fluir de lo cotidiano, en lo que toca se quiera o no se quiera, y uno debe hacer su papel a paso cambiado para no traicionar la imagen de si mismo y esa necesidad  apremiante, casi ahogante, de dejar atrás lo que debe quedar atrás... Se desdibujan los motivos, se devienen  mudos, sin sentido , sin perspectiva de realidad alguna, sólo la herida que quedó abierta y que clama su  tributo de venganza sin concesión alguna  a la  razón.

Así son lo enamoramientos títere, donde inventamos para el otro un personaje que no nos corresponde para querer sabernos mejores, para soñar que quizá esta vez seremos mejores, al margen de quienes somos, al margen de nuestra propia conciencia sobre lo que somos...

Hasta que empezamos a descubrir al nuevo otro entre la neblina de nuestros deseos,  y poco a poco nos percatamos que no es esa pieza que queríamos a toda costa sustituir, que ese otro tiene sus propias hechuras, sus propias ideas, sus propias costumbres que en nada, o en casi nada, se parecen a las nuestras, pero no importa, nos decimos engañándonos una vez más, quién sabe si limando un poco esa nueva pieza puede por fin encajar en nuestro laberinto...

Luego, con el paso del tiempo temblamos al darnos cuenta que todo  se deviene en inútil, porque a nuestro pesar comienza a despejarse la conciencia, y nos vemos atrapados en un espacio íntimo con un corazón extraño al que además nos hemos ido acostumbrando con el tiempo, al cual hemos ido dando espacio y más espacio dentro y fuera de lo cotidiano, piel adentro y piel afuera... Un extraño que comenzó siendo complaciente y alegre, alguien que respetaba nuestro universo y comprendía nuestro pudor, alguien que se sentía feliz sólo por el mero hecho de saber que existíamos, y a quien el tiempo y la rutina de nuestra compañía acaba dando derecho de propiedad sobre nuestros sentimientos, derecho de exigir, de reclamar, de hacer valer a la fuerza su  lugar dentro y fuera de nuestro perímetro, alguien que a la postre reclama ser quien es y no esa pieza limada y relimada que nunca  acaba de encajar en nuestro puzzle imaginario.

Y uno se da cuenta, se da cuenta de que esa lucha no conduce a ningún lugar, que no hay donde poner principio ni fin para algo que no es real, uno se descubre luchando por algo que no existe, por una falacia de nuestra inconsciencia, porque a la postre no nació como debiera, no fue un conocimiento paulatino, un estar descubriendo al otro desde la perspectiva del encuentro, no, a la postre,  sólo es alguien que sustituye a otro alguien que sustituye a otro alguien que realmente no sabemos quién es, en un vertedero de sentimientos donde todo se mezcla, pasado y presente, dolor, resentimiento, rechazo y necesidad de huir, de huir sin sentir la soledad del final que queremos dejar atrás sin pudor alguno, ni siquiera con nosotros mismos, sin la oportunidad del duelo, sin pararnos ni siquiera  a pensar que debimos primero curar las heridas antes de lanzarnos otra vez al abismo, y en nuestra huida infierno adentro, arrastramos al otro a sentir nuestro odio, a sentir nuestro desprecio, instaurando entre medias el fantasma de un amor maltrecho que siempre está presente porque nació con ellos, porque sin él ellos no hubieran nacido, un fantasma que dictamina también el final....

Y empieza la lucha del nuevo Títere contra ese fantasma, la lucha inútil contra alguien que sólo vive en el pasado del dueño de su anhelo, y  le inventa maneras, y  le inventa contornos para justificar el por qué  se encuentra en este trance tan doloroso y las cosas no van como debieran, y lo culpa por el dolor absurdo que le causó en aquel pasado que desconoce pero que en sus noches de insomnio, imagina más feliz que su pobre y desdibujado presente, lo culpa porque imagina en su desvarío que aquellas heridas le impiden ser feliz ahora,  porque aquellos tiempos, se dice en su propio engaño,  le marcaron el alma de tal forma que le desdibujaron el presente, pobre Títere que no sabe que lo es, que no se imagina el papel que a la postre le toca representar a su pesar y en su ignorancia.. Que no quiere sumar la “x” y la “y” que le darían el resultado exacto de la  ecuación  que busca y prefiere seguir indagando el rastro del fantasma culpable.

Inútil tarea luchar contra ese fantasma que se hace inalcanzable en la imaginación del enamorado aprehendido porque sabe que jamás llegará al pensamiento del otro para desterrarlo... Y en su soberbia no se alía con el tiempo, no sabe que el tiempo conduce al olvido, sino que se afana en pergeñar, en enaltecerse, en dibujarse piel y sangre nuevas, en inventarse una y otra vez para saberse mejor que aquel otro que ya no existe más que en su mente de futuro perdedor, porque sabe, sin querer nunca confesárselo, que a la postre no es más que un perdedor ....y llegan las dudas, cuando la mirada del otro ya no le devuelve la certeza de encontrarse en ese estado de fascinación que juraba sentir al contemplarle.. Y se miente porque no quiere tomar conciencia de lo que realmente está pasando.... De que su tiempo está pasando, a fin de cuentas no es más que una herramienta en manos del tiempo, un asidero que ya no es  necesario, una palanca que ya cumplió su función de alejar al otro del desamor que sufría cuando le conoció...


Y se urgen a prometer desterrar al fantasma que habitan en silencio entre ambos, ese que les dió su razón de ser,  lo extirpan de sus palabras y disimulan que nunca existió, que nada los une a él, y se equivocan otra vez penosa e ingenuamente, porque así no pueden exorcisarlo sacándolo a la luz, no pueden quitarle su poder que permanece indemne y magnificado en el pensamiento de ambos, ahora ya por separado, sin nexo ya que los una en la venganza..

Y el Títete se pierde en veredas que nos son suyas, sino imaginadas, y empieza el calvario cuando descubre en sus momentos íntimos que esos ritos de a dos que creía únicos no son más que la trasposición de algo ya sucedido entre su amor y el desterrado fantasma,  descubre que esas palabras mágicas que los unen y los identifican como únicos y especiales, son palabras usadas, gastadas y maltrechas que sólo cumplen la función de traer al presente todo lo perdido, que esos nombres cariñosos que se profesan no son propios sino heredados, postizos y remendados por el desamor que los llevó a unirse, que todo aquello que lo cautivó de su enamorado no es más que un rito repetido y vacuo a modo de oración inacabada.

Y sabe, en su pobre corazón sabe, que cuando  desaparezca el fantasma todo se habrá acabado, y con él su tiempo... Y no hay nada más degradante que saberse un desamor Títere, porque uno en estos casos, no tiene si quiera el consuelo de haberse sentido amado, sino desamado en otro que no es uno. No, no hay ninguna grandeza en saberse uno de ellos,  ni existe ningún placer en llevar ese estigma en el alma...

No, no hay nada bueno ni nada noble que se pueda construir sobre un desamor, mas que otro desamor aún más injusto y más pueril si cabe.

No, sobre un desamor sólo cabe en puridad esperar al olvido, esperarlo en la brisa de la noche junto a la luna de la ventana, en el sol incipiente de la mañana cuando aún , en estado de duermevela, soñamos con  recuperar la alegría, cuando una tarde cualesquiera nos descubrimos disfrutando de la nimiedad de lo cotidiano, cuando ya nuestro pensamiento cansado de hacer sufrir a nuestro corazón, decide por fin no volver la vista atrás y poco a poco lo va consiguiendo, devolviendo así la paz a nuestros ojos y la sonrisa a nuestros labios... Sentir el alma serena y dispuesta, ya por fin, a disfrutar del camino que nos aguarda...

A fin de cuentas, y afortunadamente,  nuestros pasos no pueden volver otra vez a pisar sobre las mismas huellas..

Afortunadamente,  la vida sigue su curso ignorante y ajena de la oscuridad tediosa donde tan a menudo malvive atrapada el alma humana....

Y quién puede saber qué nos espera  detrás de la siguiente esquina...

 
                                                                IMa_ 



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